La radio, una pasión de tantos años

El viejo reloj despertador de la abuela Julia me indicaba que ya era la hora 5 de la madrugada.

La luz tenue de una vela en la cocina y el chirrear de una vieja pava ahumada me daban la plena seguridad de que el desayuno estaba listo para empezar el día.

El beso en la frente de esa viejita linda llamada Julia era el incentivo para comenzar la jornada de quienes a pesar de la sencillez nos convertíamos en tamberos.

Junto a mi fiel compañero Juanchi. Un viejo perro cruza con ovejero caminábamos por el oscuro campo con el fin de arrear las vacas, cada una con su nombre hasta el corral para así dar comienzo a la labor.

Que tiempo hermoso.

Luego allá por las 8 la tarea terminaba y así junto a la abuela rumbeábamos para la cocina a disfrutar de unos buenos mates, alguna anécdota repetida mil veces por ella y bajo el cobijo de la sintonía de una vieja radio AM que mi madre me había comprado cuando yo nací para que me hiciera compañía.

Al encenderla un mundo de imaginación se apoderaba del paisaje. Quizás una ventana algo desgastada por el tiempo hacía de marco para pensar como era Buenos Aires…

Porque corrían tanto los autos…

Como se hacían los móviles radiales…

Si el humorista iba disfrazado a la radio…

Y tantas preguntas para esa época sin respuestas.

Pues saben que… el impulsor de que yo hoy haga radio y de darle manija en esa niñez a mi mundo era el: Héctor Larrea y su programa Rapidísimo por Radio Rivadavia.

Encuentro inolvidable

El tiempo paso y ahora, cuando son las ocho de esta mañana de sábado –enero 2001 - aquí en Cosquin, aún me tiemblan las piernas… pues hace apenas unas horas ese creador de ilusiones estuvo sentado junto a mi concediéndome una entrevista.

Es emocionante poder estar con un grande como usted… ¿Cómo anda?

-Eso de grande corre por tu cuenta. Aquí nadie puede estar mal. Son días en que la gente se olvida de los problemas. Ojala que este alimento del alma como es Cosquin no muera nunca”.

¿Es feliz?

-Cuando estoy distraído sí.

¿Y cuando no?

-Suelo ser feliz muchas veces al día y desdichado otras tantas. Siento que a veces toco la dicha con los dedos. Se me inunda el corazón de alegría y a veces soy muy desdichado y padezco una infinita tristeza.  No soy un ser muy recomendable para tratar mucho tiempo… Soy en definitiva un melancólico.

Sí, lo considero un luchador por la vida.

-He tenido una tranquilidad que no sé de donde me salió para enfrentar los problemas. Es una fortuna, una suerte, que tenga la calma en los momentos difíciles. Si hablamos del problema concreto… esa situación límite en la que te dicen que tienes cáncer, que te van a operar mañana; es súper difícil pero si le pones todas las ganas por vivir lo superas.

Yo tuve un preoperatorio excelente. La gente es estos casos suele sentirse mal, deprimirse; yo no. Yo estuve muy bien, tomando las cosas con naturalidad y muy confiado. Gracias a esto pude superar la quimioterapia y la aplicación de rayos.

Me considero un favorecido de una misteriosa paz espiritual que espero les pueda transmitir a los que estén pasando por esta misma prueba del destino.

Gracias Maestro por este momento y un mensaje a nuestros lectores.

-Amistad, cariño, calidez es lo que tiene que ofrecer todo ser humano en su paso por la tierra. Lo demás no suma. Solo suma ser una buena persona. Al final todos terminamos en el mismo lugar.

Temblé al apretar el stop del grabador con casete. Unas manos temblorosas se apoyaron sobre las mías. Una voz entrecortada me dijo: “Nunca aflojes en este camino que has elegido y gracias por hacerme sentir tan feliz en este momento. Suerte”.

Con la humildad de un grande me dijo adiós. Yo le desee una feliz cena y me fui.

Desde ese momento y hasta ahora no he dejado de pensar en las vueltas que tiene la vida. Y en esa noche en la que me encontré con el impulsor de ese sueño hecho realidad que hoy tiene ya 28 años de hacer radio.

Edgardo Molinas.

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