“Acá nunca me discriminaron cuando empecé a ejercer”

El martes 17 falleció María Esther Olivella de Bonazzola. La revista cultural La baldosa la entrevistó en 2009, específicamente para la edición N° 30, perteneciente a los meses de agosto y septiembre.

A continuación reproducimos esas líneas, destacando que la autoría de la nota es de Marcos Angeloni:

“Generalmente, el hombre siempre ha estado vinculado a la producción económica y la mujer ha sido relegada a la esfera de la reproducción. Así, el trabajo que ella ha realizado ha permanecido invisible y no remunerado. En esta cuestión de géneros, lo masculino queda vinculado al ámbito de lo público, donde figuran la producción de capital, el poder y el reconocimiento social. La mujer, por su parte, ha estado en cuestiones de lo privado; lugar de la indistinción, de las idénticas.
María Esther Olivella de Bonazzola no siguió el camino de las idénticas. Lo llamativo de esta entrevistada, nacida en Gálvez el 12 de septiembre de 1919, es que se recibió de Bioquímica en 1944, ejerció por más de 50 años su profesión y ha sido una perseverante y activa colaboradora en cooperadoras, clubes, el museo de nuestra ciudad, entre otras instituciones intermedias.

-¿Qué recuerdos tiene de esa época como estudiante universitaria?
-En el aula éramos cuatro mujeres entre 20 y 30 varones; ellos eran mis amigos. No era común que estudie una mujer, no era muy bien vista, sin embargo no tengo malos recuerdos.

En ese momento, su hija Silvia acotó que María Esther tenía dos hermanas y las tres fueron a estudiar a Rosario, como así también los dos hermanos varones ya que así lo quería su padre. “En el pueblo eran como las liberales, las transgresoras. Que se fueran a estudiar así era “Mirá lo que hacen”. Cuando iba como la bioquímica decían que era mujer y que sabían más los hombres.”

-¿Qué hacía ante esos discursos despectivos?
-Yo no les llevaba el apunte, tranquila con mi conciencia. En Gálvez te atacaban, por eso yo no iba nunca.

-¿Cómo conoció a su esposo?
-En la Facultad. Era muy amiga de Dante, nos casamos el 21 de marzo de 1945 y después decidimos venir a vivir a San Justo. Con mi marido íbamos mucho a Santa Fe a las reuniones del Colegio de Bioquímicos y un día nos dijeron: “Ustedes tienen que tener su colegio allá.”

Fue así que el 28 de mayo de 1976 Dante fundó y fue el presidente de la Asociación de Bioquímicos por el departamento San Justo. En aquel entonces María Esther fue la tesorera. Cuando falleció su esposo, ella ocupó la presidencia desde el 5 de septiembre de 1979 hasta el 8 de septiembre de 1983 y volvió el 6 de septiembre de 1985 hasta el 15 de septiembre de 1989. Durante su gestión, se compró el terreno y se construyó el actual local de esta institución, el cual fue inaugurado el 15 de junio de 1983.

María Esther estuvo, además, entre los fundadores y formó parte del Consejo Directivo de la Federación Bioquímica de la provincia de Santa Fe.

“Fue miembro durante muchísimos años del Consejo Asesor de la Caja de Seguridad Social para los Profesionales del Arte de Curar; hasta que tuvo aproximadamente 80 años”, dijo Silvia.

-¿En qué lugares trabajó?
-Nosotros vinimos por laboratorio. Muchos años después murió Guerín y nos ofrecieron la farmacia que él tenía por calle Iriondo. Nosotros no podíamos comprarla, pero mi mamá nos la compró. La trabajamos enfrente y luego nos mudamos donde está farmacia Bollo; nuestro laboratorio estaba arriba. En la farmacia teníamos dos empleadas muy buenas. También trabajé por años en el hospital.

Su hijo Ricardo, quien también estaba presente durante la entrevista junto a su esposa, afirmó que la farmacia estuvo funcionando desde 1947 hasta aproximadamente el 2002.

-¿Qué anécdotas tiene de haber trabajado en el hospital?
-Hice todo yo sola. Me dieron una piecita y una piletita y nada más. Teníamos que llevar nuestros aparatos del laboratorio y también los reactivos ya que el hospital no tenía.

“El hospital en aquella época era distinto, era para indigentes. Los médicos y profesionales trabajaban a destiempo por sueldos míseros. Se llamaba Hospital de Caridad. La persona tenía que presentar un carnet de indigente. Ella empezó a trabajar allí en 1947 y cuando tenía cerca de 80 años casi la obligaron a que se jubile. Fue Jefa del laboratorio.” recordó Ricardo.

-¿Cómo fue su vida profesional?
-Muy feliz. En San Justo, para los médicos, una bioquímica y un bioquímico éramos iguales. Acá nunca me discriminaron cuando empecé a ejercer porque Dante había sido amigo de la juventud de Santiago y Juan Rabasedas y de Roberto González. Nosotros no vinimos a imponernos. Nos sentíamos muy cómodos porque ellos nos daban y mandaban trabajo. Con Dante hacíamos cursos de perfeccionamiento en Buenos Aires y en otros lugares.

-¿Y su relación con el Club Sanjustino?
-Siento pasión por Sanjustino. Con mi marido siempre hacíamos todo juntos. Fuimos del grupo que colaboró mucho en hacer la pileta. Por años integré la subcomisión de Pileta y nos entregaron una medalla por haber trabajado durante 25 años. Para hacer beneficio festejábamos cumpleaños, casamientos, bautismos. Después pasé a la subcomisión de Cultura pero ahora no voy a las reuniones porque estoy enferma y me tengo que cuidar.

Su marido y sus tres hijos han sido importantes para que esta pionera pueda desenvolverse en las distintas esferas en que lo ha hecho. Pilar en la construcción de algunas instituciones de nuestra ciudad, María Esther es y será un referente no sólo como profesional, sino también para quienes no quieran ser las idénticas.